domingo, 30 de enero de 2011

Tu culo flota sobre la silla.


El que dijo que la realidad supera a la ficción se quedó corto.

La realidad es tan extraña y sorprendente que casi no te la puedes creer, la realidad es inverosímil (literalmente, la realidad no parece verdadera... te partes).

Sin ir más lejos, y disculpadme, vuestros culos están flotando sobre los asientos debido a la repulsión de las nubes electrónicas (misma carga, luego se repelen) de los átomos que forman unos y otros, porque, queridos amigos, las cosas no se "tocan".

Lo que nuestro sentido común entiende como "contacto" implica dos objetos "sólidos y contínuos" y sabemos que desde un pedrusco hasta tu mismo, sois un enjambre de partículas en movimiento.

Ya bromeábamos sobre esto en El mundo de Max. La ciencia para todos (aunque es en un capítulo posterior, os dejo las primeras páginas del libro por si queréis echarle un ojo.

Vaya, que si queréis buscar problemas podéis poner vuestra mano donde no debáis y alegar esto... aunque igual "tampoco os tocan" con un merecido bofetón, como le pasó al bueno de Max.

Fuente de la imagen: wikipedia
Entrada publicada anteriormente en La Ciencia para todos

Estoy harto del mango de mi sartén…
¿Por qué el agua gira siempre en el mismo sentido?

martes, 25 de enero de 2011

Aracnofobia

Con permiso de la serpiente, uno de los animales más temidos es probablemente la araña. La mitología mundial está plagada de referencias a ellas y otros arácnidos. Pero a pesar de ello, la aracnofobia es la menos entendida de todas las fobias a animales.Ella-Laraña

Al ser animales venenosos y de picadura dolorosa, este miedo cerval a ellas podría explicarse como una adaptación evolutiva para evitarlas instintivamente. Sin embargo, las abejas y avispas también pican y tienen veneno y de lejos despiertan tanta animadversión como las arañas. Por otra parte, y salvo complicaciones debidas a alergias, la práctica totalidad de las especies de arañas que viven en latitudes templadas son relativamente inofensivas para los seres humanos.

Otra razón podría ser más psicológica: su aparición sin previo aviso en lugares relativamente cercanos (¿quién no se ha asustado alguna vez al ver una araña en una esquina del techo o al haberse dado de cara con una telaraña sin darse cuenta?) unida a la grotesca forma de su cuerpo (cuatro largos pares de patas que salen de un cuerpo desproporcionado en el que el abdomen es varias veces más voluminoso que el cefalotórax en las arañas tejedoras o las arañas peludas representadas por las tarántulas y otros migalomorfos) y la impredecibilidad de sus movimientos crean miedo e inquietud. Del mismo modo que Jorōgumo y Tsuchigumo en la mitología japonesa, la araña gigante monstruosa (y normalmente hambrienta de carne humana) es un ser recurrente en la literatura (por ejemplo, Aragog, en Harry Potter y la cámara secreta, y Ella-Laraña, en Las dos torres) y en el cine.

La forma del miedo
La forma del miedo. Izquierda: Nephila clavata, una araña tejedora que fotografié en Kioto. Derecha: La tarántula rosa salmón brasileña (Lasiodora parahybana) lo tiene todo para desatar el pánico: es grande, gorda y peluda. Fotografía de Bradsview.

La araña gigante viene a ser como una manifestación deformada del temor que se tiene a estos arácnidos por ser animales venenosos y relativamente cercanos al ser humano. La presencia de arañas en la mitología y en la cultura hace que la aracnofobia sea fundamentalmente una conducta aprendida. De hecho, los aracnofóbicos atribuyen su fobia a la información que obtienen y tienen pensamientos distorsionados sobre las arañas, considerándolas agresivas y beligerantes, como si sólo fueran a dirigirse contra ellos aunque existan otras personas acompañándoles.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Würzburg (Alemania) ha estudiado cuál de estas dos posibles razones, la evolutiva (veneno) y la psicológica (miedo y repulsión) pesa más en la aracnofobia. Para ello, presentaron a 76 estudiantes fotografías de artrópodos (arañas, escarabajos, abejas/avispas y mariposas/polillas) que tenían que evaluar según el temor, repulsión o peligrosidad que les evocaba. El resultado es que las arañas obtuvieron la máxima puntuación en todas las categorías, siendo la sensación de asco y miedo predominantes sobre la de peligro; lo que les llevó a afirmar que el temor a las arañas no puede explicarse únicamente por su potencial peligrosidad, dejando para el futuro un estudio sobre la percepción que se tiene de las arañas en diferentes culturas y los rasgos y comportamientos arácnidos que provocan la sensación de miedo y repulsión. Personalmente, echo en falta en el estudio que se mostraran imágenes de ciempiés (escolopendras, sobre todo), otro de los artrópodos terrestres que comparten con las arañas una picadura dolorosa y venenosa, una forma inquietante y la aparición por sorpresa en lugares relativamente cercanos.


Resultados del estudio
Resultados del estudio. Valoración de las sensaciones de miedo, asco y peligro frente a arañas, escarabajos, abejas, avispas y mariposas/polillas entre 0 (ninguno) y 9 (extremo).

Quizá la imagen de una araña gigante estaba presente en el subconsciente de los paleontólogos que publicaron una descripción en 1980 de unos restos fósiles del Carbonífero superior (hace 318 a 299 millones de años) hallados en Argentina y los interpretaron como los de una araña, bautizándola con el nombre de Megarachne servinei. Según su descripción, se trataba de una especie de migalomorfo (tarántula) cuyo cuerpo medía casi 34 centímetros de longitud y que podría haber alcanzado el medio metro con las patas extendidas. Sin embargo, fósiles más completos revelaron que no se trataba de una araña gigante, sino de un escorpión marino (euriptérido).

La araña gigante impostora
La araña gigante impostora. Fósil de Megarachne servinei (izquierda) que dio lugar a su interpretación como araña (centro), aunque finalmente se ha considerado como un escorpión marino (derecha).

Referencias

De madre araña a demonio escorpión: Arácnidos en la mitología. Antonio Melic. 2002. ARACNET 10 - Revista Ibérica de Aracnología (Boletín) 5, pp. 112–124.

Spiders are special: fear and disgust evoked by pictures of arthropods. Antje B.M. Gerdes, Gabriele Uhl y Georg W. Alpers. 2009. Evol. Hum. Behav. 30(1), pp. 66-73.

The true identity of the supposed giant fossil spider Megarachne. Paul A. Selden, Jose A. Corronca y Mario A. Hunicken. 2005. Biol. Lett. 1, pp. 44–48.

martes, 18 de enero de 2011

Magufo a la brasa

Supongo que os sonará el hecho de que hay gente que camina sobre brasas. Cada vez más se usan este tipo de experiencias además como reclamo en seminarios de motivación personal.


Aunque por lo que he podido ver en muchas ocasiones no se vende dicha experiencia como algo místico y sobrenatural, sino como algo simbólico, que representa el logro de las metas (o algo así). Sin embargo sí hay quien cree que con su “poder mental” puede conseguir caminar sobre brasas sin quemarse. Sí, y por lo visto esta gente argumenta cosas como que cambia la estructura de su cuerpo o que una capa de energía los protege.

Y es cierto que son capaces de pasar por encima de brasas sin quemarse, pero la distancia que caminan es muy corta. Por lo tanto, la ciencia da una explicación alternativa al hecho de que consigan pasar sobre brasas sin quemarse, y es que en tan poca distancia no están los pies en contacto con las brasas lo suficiente. La baja conductividad térmica del carbón, la capacidad del pie para almacenar calor por unidad de superficie mayor que la de la brasa, lo curtida que esté la piel o su humedad, o el hecho de que al caminar le quitemos oxígeno a la brasa eliminando así su incandescencia, hacen que si el tiempo de contacto es corto el pie no llegue a quemarse.

Sin embargo los que se denominan a sí mismos como “profesionales de esto”, por llamarlo de algún modo, dicen que no depende de la longitud de las brasas y que protegidos con su poder mental, pueden andar la distancia que haga falta.

El psicólogo Richard Wiseman puso a prueba dichas afirmaciones con un sencillo experimento que consistía en alargar las brasas e invitar a profesionales para que pusieran a prueba sus supuestas habilidades. Lo mejor es que el resultado lo podemos ver en vídeo, está en inglés, pero se entiende bastante bien aunque uno no sepa nada de inglés (así que no lo dejéis de ver por eso). Lo más interesante viene al final del vídeo, que es la prueba propiamente dicha.

Fuente imagen
Encontré el vídeo aquí

Humor científico: especial medicina
Búfalos, leones y cocodrilos

martes, 11 de enero de 2011

Magia y Cerebro (II)

Esta es la segunda parte de esta entrada.

Algunos de los principios fundamentales de los magos son:
Una acción es un movimiento con un propósito: muchas veces los magos deben realizar gestos inusuales para realizar sus trucos. Para evitar que la audiencia sospeche (los movimientos extraños llaman nuestra atención) los magos pueden esconder el truco en un movimiento mucho más usual y que nosotros no relacionamos con un truco de magia. Un ejemplo de ello puede ser el hecho de colocarse las gafas, que puede pasar desapercibido para la audiencia (es un movimiento normal que realiza la gente que lleva gafas) y que sin embargo puede esconder el secreto del truco (por ejemplo puede ayudar al mago a esconderse un objeto en la boca).
Otro principio importante es el de la aparente repetición. Muchas veces, aunque el truco parece que se repite una y otra vez, el mago suele realizar ese mismo truco empleando métodos distintos (este es un ejemplo clásico, del gran René Lavand). Además el mago puede también hacer ver que una sospecha determinada con respecto al truco no está fundada, de modo que el mago cierra la puerta a esa posible explicación, de modo que la única explicación válida sea la magia. Esta es la llamada Teoría de las falsas soluciones de Tamariz (este vídeo de Pepe Carrol es una muestra de ello). El uso de las repeticiones ayuda a incrementar la confusión del espectador a la hora de reconstruir el proceso, como hemos visto también con el vídeo de René Lavand.
Un último principio es el de no repetir dos veces el mismo truco. Un estudio mostró que cuando se exponía por dos veces consecutivas al mismo truco a la misma audiencia, había una probabilidad mayor de identificar el método que empleaba el mago para realizar el truco. De hecho, la mayoría de las demostraciones de ceguera inatencional sólo tienen efecto la primera vez. La mayoría de los observadores suelen ver al insecto del vídeo del apunte anterior la segunda vez que lo ven (sin que nadie les haya dicho que tenía que aparecer, claro).

Pero además los trucos de magia pueden servir para estudiar los procesos de atención e incluso la conciencia. Un ejemplo de ello es un trabajo de Johansson y cols. de 2005 donde se mostraban a cada voluntario dos fotografías en las que figuraba un rostro. Se tapaban las fotografías y el voluntario decía cuál de los dos le parecía más atractivo. Los experimentadores aprendieron a cambiar las fotografías de lugar haciendo un simple truco de magia. A continuación les mostraban la fotografía que supuestamente habían elegido (pero que ahora era la otra) y les pedían a los voluntarios que explicasen por qué habían elegido esa fotografía. Sorprendentemente, sólo el 26% de los sujetos captó el truco, pero más interesante aún, cuando los sujetos tenían que explicar por qué habían elegido esa fotografía inventaron razones para justificar su elección, que realmente era la opuesta a la que se les mostraba. Los autores llamaron a este fenómeno ceguera a la elección.

Y esto se acabó. Os dejo un vídeo en el que vemos cambios de traje por doquier en la versión americana del Factor X. Disfrutadlo..

Artículo escrito por Brainy y publicado en El Cerebro de Darwin , reproducido aquí con el permiso del autor.

Un buen motivo para estudiar física con ganas y cariño
¡Peligro en la discoteca!